¿Cómo iba a saber aquella abuela, de más de 80 años, que quienes andaban buscando a su nieto aquella tarde eran oficiales de la seguridad del estado y no conocidos de su trabajo?
El 29 de julio de 2021, efectivos de la policía política, vestidos de ropa común, llegaron en sus motocicletas a la casa de Orlandito mientras este dormía. Marilyn, su madre, quien se recuperaba lentamente de una intervención quirúrgica, no pudo siquiera despedirse. Había salido a comprar unos alimentos, y no presenció el arresto.
La abuelita despertó a su nieto, de 19 años, y con lágrimas en sus ojos vio como lo sacaban de casa, sin la certeza de que lo volvería a ver pronto.
¿Por qué se llevaban arrestado a su hijo, que fue solo uno entre cientos de manifestantes en La Güinera?, pensaría Marilyn Cabrera en ese entonces.
¿Por qué su hijo tendría que pasar dos semanas incomunicado en 100 y Aldabó, expuesto a un frío extremo y a torturas psicológicas de toda índole? ¿Por qué debía confesar un crimen que no había cometido?
¿Por qué Desacato? ¿Por qué Desorden Público? ¿Sedición? ¿Qué delito era ese?
El 12 de julio, el poblado de La Güinera, un reparto marginalizado del municipio capitalino Arroyo Naranjo, tomó las calles. El día anterior, más de treinta ciudades del país habían mostrado su descontento en la protesta más grande que se conoce en la historia cubana posterior a 1959. Orlando Carvajal Cabrera, un joven de 19 años que había abandonado los estudios para ayudar financieramente a su madre, también se presentó en las calles.
El despliegue ofensivo de los efectivos de la policía nacional, fuerzas armadas, ministerio del interior y policía política, en La Güinera, fue de una majestuosidad nunca antes vista. Las autoridades gubernamentales trabajaron bajo dos premisas.
La primera, fue defender la Estación de la PNR de El Capri, que según los analistas militares, podía ser el gran objetivo a tomar por parte de los manifestantes. La segunda, fue acatar la voz de mando presidencial, emitida el 11 de julio por televisión nacional, de reducir la protesta al costo que fuese necesario.
Todo esto convirtió la manifestación de esta ciudad, en uno de los focos de mayor concentración de violencia y brutalidad policial en las protestas de aquel julio a lo largo del territorio nacional, dejando la única víctima mortal de la que se tiene constancia: Diubis Laurencio Tejeda.
Orlando fue uno de los jóvenes menores de edad capturados por la policía –en un rango que va desde el lugar y hora de las protestas, hasta días, semanas y meses después- que fueron posteriormente sancionados por los tribunales.
Muchos de estos jóvenes estuvieron entre los más de 200 cubanos sancionados bajo el delito de sedición contra la seguridad del estado, por el que Fiscalíaque reclamó inicialmente un mínimo de dos décadas de privación de libertad. El gobierno cubano aún no se recupera del costo político de esta medida.
Marilyn tuvo que oír en voz de su propio abogado la desesperanza de que esos juicios “eran un paripé” y que las sentencias habían sido aprobadas con antelación. La justicia se ausentó de aquellos tribunales, quizás de una forma más notable y memorable que en cualquier otra etapa en los últimos años de la Isla.
Marilyn es una de las tantas madres que puede atestiguar de cómo en los juicios los testimonios y evidencias fueron manipulados en pos de un objetivo mayor, cínico y estigmatizante.
Los videos presentados por Fiscalía, en donde a muchos de los acusados se les veía simplemente en las calles, llevaban de fondo una música instrumental. Algunos familiares ofrecieron sus propios videos, en donde el fondo inequívoco, eran reclamos de libertad por parte de los manifestantes, los gritos de los oficiales, y en varias ocasiones, el sonido de los disparos. Sin embargo, los jueces ordenaron retirar esa evidencia “falsa” y en más de una ocasión, mandaron a callar a cuanto testigo intrépido procedió a relatar los hechos en una forma que no convenía a lo prefijado.
Antes del juicio, Fiscalía Provincial solicitó para Orlando Cabrera Carvajal 15 años. Una vez concluido el juicio, la sentencia se remontó a 20, y solo fue rebajada a 12 tras el recurso de apelación.
En solo cinco meses –desde la detención de su hijo hasta el juicio- Marilyn se agobió con preguntas que jamás pensó hacerse. Otras aparecieron luego.
Lleva hoy en su alma el dolor que ofrece la impunidad del gobierno cubano, en aplicar sanciones tan largas, bajo tan pocos pretextos; la impunidad del gobierno cubano ante los crímenes que ha cometido con su hijo en particular.
Los testimonios que ofrece sobre la estancia de su hijo en 100 y Aldabó, son dignos de escuchar.
“Lo sacaban en plena madrugada, por mucho frío que hiciera, para interrogarlo. Le cambiaban las horas de sueño, para aturdirlos. A las dos de la mañana los metían en un cuarto, tres y cuatro horas, con tremendo frío, con el aire (acondicionado) a todo meter”.
“Él temblaba, y cada cuatro horas, o a cualquier hora de la madrugada, lo entraban para interrogarlo. Querían que él dijera en qué había participado, si es verdad que iban a tomar la estación de policía del Capri. Le decían que no iba a salir más nunca de ahí hasta que él hablara. Querían que dijera que les habían pagado. Querían que Orlandito dijera que el dueño de “El árabe” les había pagado a todos ellos. Y Orlando dijo que no, que a él nadie le había pagado, que él había salido porque él quiso.
“Ahí me lo tuvieron y yo no lo ví hasta después de un mes por las restricciones de la covid. Cuando lo volví a ver, estaba en una total depresión”
Orlandito es uno de los muchos jóvenes, que a pesar de su corta edad, estaba consciente del carácter dictatorial del sistema gubernamental cubano. Uno de los muchos jóvenes que por este descontento, sumado a una crisis general en la Isla –alimenticia y epidemiológica fundamentalmente- tomaron las calles a exigir sus derechos en julio de 2021. Es uno de esos muchachos que fue sancionado por la justicia, por precisamente ir en pos de ella.
¿Qué hizo mi hijo para pasar 12 años preso? ¿Gritar Libertad? ¿Manifestarse? ¿Acaso eso no es un derecho?, son preguntas que no dejan dormir a Marilyn, y seguramente, en la Prisión de El Guatao, al propio Orlandito.