Está en casa Garlobo. Junto a su esposa y sus pequeños. Está en su casa en Quivicán, pero aún no libre.
Alejandro Garlobo –quien prefiere llamarse activista, aunque todos le digan opositor- está a la espera de un juicio infame, cuya fecha aún no ha sido anunciada. Se le acusa de Actos contra la seguridad del estado, contemplado en el artículo 143 del Código Penal vigente. Por estos cargos le exigen entre 4 y 8 años de privación de libertad.
Garlobo fue citado por la seguridad del estado el 1ro de marzo del pasado año, y detenido el día siguiente. Luego de 40 días en Villa Marista –la institución célebre donde la seguridad del estado realiza todo tipo de prácticas violatorias de derechos humanos contra sus interrogados- fue trasladado al Combinado del Este, donde estuvo recluido, en espera de juicio, hasta el pasado 25 de noviembre.
Según nos cuenta, la seguridad del estado pretende acusarlo de haber incendiado varios cañaverales en su pueblo, Quivicán, y de poner carteles con mensajes antigubernamentales. Por si la narrativa fuese escasa, también pretenden enjuiciarlo porque Garlobo supuestamente deseaba o planificaba incendiar la terminal de Ómnibus principal en su municipio. Ninguna de estas acusaciones tiene sustento alguno. La verdad hay que ir a buscarla en sus antecedentes.
Garlobo comenzó en el activismo hace veinte años. Siempre se interesó por darle una mano a los más desvalidos. Por esa pasión que maneja, se vio inmerso en cuanto proyecto de ayudas existiera, y a la vez, desvinculado de cualquier organización, gubernamental o antigubernamental.
Medicamentos, alimentos, equipos, palabras, compañía e ideas, son las armas que ha manejado Garlobo en estos 15 años. De ello puede testificar cualquier activista que lo haya conocido.
De cierto modo el descontento político en Alejandro lo llevó a sumarse a los grandes momentos de disenso: Manifestación del 27 de noviembre en el Ministerio de Cultura, luego el 27 de enero, protestas del 11 de Julio, y preparativos para la Marcha pacífica del 15 de noviembre, coordinada por Yunior García Aguilera. Esto le ha costado decenas de encontronazos con la policía política cubana, varias detenciones y desapariciones.
Tras las masivas protestas del 11J, Alejandro Garlobo se dedicó activamente a la recopilación de datos sobre los nuevos presos que cada día se iban acumulando. Nombres, direcciones, posibles destinos. Este trabajo lo unió a los familiares de los presos, quienes vieron en él una soga de la cuál sostenerse. Los grandes listados de los que hoy disponemos vieron la luz gracias a este trabajo minucioso de Garlobo. Este trabajo en particular ha sido una de las mayores molestias de la Seguridad del Estado.
En Villa Marista estuvo 40 días, desde el mismo mes de marzo de 2023, sometido a torturas inenarrables. Luego fue trasladado al Combinado del Este, donde fue llevado a celda de castigo en varias ocasiones. En una de ellas estuvo plantado –sin ingerir alimento- durante 8 días. Fue llevado al hospital del centro penitenciario y aun así se rehusó a recibir tratamiento. Tras su regreso a las galeras del penal, conoció todas las galeras de máximo rigor, incluida la de los condenados a cadena perpetua. “Es un procedimiento común para casi todos los presos políticos. Ahí vi cosas muy fuertes”
Garlobo es un expediente repleto en violencias y violaciones de derechos humanos, como si la seguridad del estado, cínicamente, hubiese querido que él las viviera mucho más cerca que de segunda mano. “Te ataban las manos con shakiras, o a veces esposado, te echaban spray y te daban golpes. Eran tan fuertes los golpes que muchas veces te orinabas”, comenta el joven de 35 años.
El 25 de noviembre de 2023 fue aprobada su libertad bajo fianza, en espera de que le citen para juicio.
Se le ve demacrado, delgado, a un chico de cuerpo atlético. La seguridad del estado logró incluso ingresarlo cuatro días en el Hospital Psiquiátrico Nacional, Mazorra. Pero Alejandro sigue firme, consciente de dos cosas: su inocencia y la necesidad de renovar el actual sistema político en caos.
Cuando Garlobo salió de libertad, los presos cantaron y celebraron junto a él la noticia. Todos, allá dentro, lo quieren, lo respetan y le piden consejo. Fuera, le esperan las madres de los chicos de La Guinera para saber de sus hijos, y para darle un abrazo a quién ellos llaman “hermano”.
Alejandro goza una felicidad temporal en Quivicán y abraza a sus hijos sin la certeza de si podrá volver a hacerlo mañana. Hace poco fue herido con un arma blanca, de manera totalmente sospechosa, por un chico que no era de su pueblo y sin razón alguna. Él asume que no es la primera vez que la seguridad del estado usa estos mecanismos intimidantes con él.
Este activista y opositor ha molestado a la dictadura ofreciendo su ayuda desinteresada. No es de extrañar que quieran cortar –metafórica y literalmente- sus manos inquietas.
Consulte aquí todos los datos del prisionero político Alejandro Garlobo en la lista oficial de Prisoners Defenders: https://lista.prisonersdefenders.org/prisioneros/alejandro-garlobo-aliaga/