Llámalo por su nombre

Historias de los que se atrevieron a gritar "libertad" en Cuba


Por Ray Pascual

La maldición de Yunaiky Linares

Presa política 11J en Cuba Yunaiky de la Caridad Linares Rodríguez

Desde antes de que le fuera arrebatada su libertad, Yunaiky de la Caridad Linares Rodríguez se sentía víctima de algún tipo de mal de ojo. Por eso se inició en la religión yoruba, buscando romper con el arrastre de desgracias que traía encima; pero su maldición parece ser –además de demasiado fuerte para acabar con ella– terrenal y no espiritual. No parece ser el resultado de alguna brujería, sino de la marginalización a la cual el gobierno cubano somete a muchas personas para luego repudiarlas y criminalizarlas.

Cuando Yunaiky todavía no había nacido, ya esa maldición estaba en la familia. Estaba incluso desde antes de que naciera su madre, Yurka Rodríguez García, conocida en su barrio como Niurka. Cuando esta nació, ya Caridad, su madre, se enfrentaba con los problemas de una vivienda en pésimo estado constructivo.

Niurka y su hermana Midalys crecieron viendo a Caridad pedir ayuda y quejarse constantemente en el Partido, en el Poder Popular, en Vivienda, en cuanto lugar pudiera ir y no recibir ninguna respuesta, y mientras tanto, año por año, empeoraba el desastre de una casa que se caía a pedazos y se inundaba cada cierto tiempo. Las tres con los pies mojados en su hogar, los muebles, todo mojado, sin dinero para reparaciones y sin ayuda de un gobierno que se dice del pueblo y para el pueblo.

Las hermanas crecieron y tuvieron sus primeros hijos, los primeros nietos de Caridad, todavía en la casa húmeda y corroída de La Palma, y en el 2008 no aguantaron más y se colaron en una vivienda vacía en la Calzada de 10 de Octubre.

De ahí las sacó la policía y las mandaron para un albergue. A los albergues llegan las personas a vivir hacinadas, muy pobremente, con la promesa de que será solo un lugar de tránsito por pocos días o un par de semanas, hasta que las reubiquen en una nueva vivienda con buenas condiciones. Pero esto es siempre una trampa. Algunos se quedan ahí la vida entera, otros pasan años, como ellas, que les tomó cinco salir de ahí para ser reubicadas en una casa de techo endeble, trozos de poliespuma por paredes y filtraciones por todas partes. De nuevo el agua, la humedad, como un regreso al principio.

Ahí terminó de crecer Yunaiky, que estudió un Técnico Medio en Elaboración de alimentos. Al graduarse, fue a hacer sus dos años de servicio social al restaurante El Pedregal, pero no terminó el primero. Un “explote” por malversación de fondos hizo que cerraran y ella perdió su puesto. Después tuvo que vender su línea telefónica para pagar los 500 pesos que costaba el curso de Comercio y Gastronomía de la oficina del Historiador, donde se excusaron en una nota de setenta y pico en inglés (aunque en Cuba el suspenso es menos de 60) para expulsarla. Luego fue otro curso de Comercio y Gastronomía, esta vez de la Federación de Mujeres Cubanas, que su tía Midalys le pagó para que la federación, tras cobrar el dinero, nunca la llamara ni impartiera nada.

Y, por último, coincidiendo con su frustración total, fue el 11 de julio, donde miles de personas con situaciones similares a la suya se hartaron y tomaron las calles en protestas contra el gobierno.

Ese día, Yunaiky y su familia estaban viendo la televisión cuando escucharon el bullicio en las calles. Se asomaron y vieron el panorama de cientos de personas marchando y exigiendo, a viva voz, libertad y dignidad para el pueblo cubano. Ella se les unió. Estuvo en el resto de las protestas. Se paró sobre la patrulla volcada en la esquina de Tejas. Y cuando regresó, con una herida abierta en la espalda por una pedrada, le habló a Niurka de cómo la policía les había echado a los perros y había disparado contra ellos.

Esa noche no durmió bien. Tampoco las diez siguientes, escuchando las historias de cómo iban a buscar a los manifestantes a sus casas y se los llevaban presos. El 21 de julio, finalmente, llegó su turno. Sobre las 7 PM se presentó en la casa un oficial de la seguridad que se identificó como Guevara. Le pidió a Yunaiky que lo acompañara en su moto. Le prometió a Niurka que en una hora la traía de regreso. Un tipo de promesa ya conocida por la familia, como cuando en el albergue dicen que vas a estar pocos días.

Yunaiky no volvió más a casa. No la volvieron a ver hasta el 29 de julio y no fue hasta octubre cuando su tía Midalys, en una cola para comprar pollo, se enteró por Facebook –de alguna forma se regó la información en esa red social antes incluso de que sus abogados la supieran– que la petición fiscal para su sobrina era de 17 años de privación de libertad por los supuestos delitos de Desorden Público, Atentado, Daños y Sedición.

La sentencia final fue de 8 años. La última guinda del pastel para la maldición de Yunaiky de la Caridad, que tenía solo 24 años en el momento de su detención.

Consulte aquí todos los datos de la prisionera política Yunaiky de la Caridad Linares Rodríguez en la lista oficial de Prisoners Defenders: https://lista.prisonersdefenders.org/prisioneros/yunaiky-de-la-caridad-linares-rodriguez/

Esta sección está dirigida por el periodista independiente Ray Pascual.
Prisoners Defenders no se hace responsable de las opiniones vertidas por el autor, quien tiene plena libertad editorial en la elaboración de sus artículos, cuya temática se centra en los presos políticos y sus familias. Si algún lector quisiera reprobar o poner en cuestión la publicación del artículo en razón de su contenido, rogamos nos lo haga saber en el email prensa@prisonersdefenders.org, e inmediatamente procederemos a la revisión y, en caso de proceder, dar cumplida respuesta.

1 comentario en “La maldición de Yunaiky Linares”

  1. Libertad inmediata para la Yunaiky de la Caridad Linares Rodríguez y para los más 1100 Presos Politicos y de Conciencia en Cuba!
    “Nunca debieron ser encarcelados, por exigir sus derechos humanos y libertad”!
    Fuera del Poder comunistas Corruptos, Delincuentes y Asesinos. Basta Ya!

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